Desde la vasta arada en la colina
donde fuerte hostiga el haz de luz, una
que ciega y oscurece cual ninguna
y a mucho se enfastasma peregrina.
El mozo empuña la fecunda espiga
así esgrimiendo la hoz el buen labriego;
(muy sobrado de honor, hasta el trasiego)
dejando en el labrado solo ortiga.
Mientras su afán se esparce como esparce
-dando la vara- al trigo en el tapesco,
detiene a ratos tomando aire fresco
y luego a su tarea, vuelve a darse.
La frente alza al debate cierta danza
y en senderos firmes el sudor fragua,
los oscuros nubarrones son de agua
ciñendo al corazón más esperanza.