Tenía un cortijo
en Extremadura,
era lo más grande
en cuanto a hermosura.
Tenía cerditos,
cabritas, ovejas,
un burrito blanco
con sus dos orejas
y un caballo negro
que era mi desvelo,
pues de vez en cuando
me tiraba al suelo.
Yo por la dehesa
saltaba, corría,
igual que una liebre
llena de alegría.
Con mi perra Tany
-ella era mi paje -
iba por el campo
como una salvaje.
Mas me hice mayor
cogí el equipaje
me vine a Madrid
me vestí de traje.
Pasaron los años
y me da coraje
pues me aburro más
que un coche en garaje.