He encontrado
en lo más profundo de mis llantos
unas celestes ánimas;
y en lo más hondo de este canto
todo lo inerte, menos lágrimas;
entre piedras solitarias
donde el olvido habitaba junto a Bécquer;
esta historia desgastada,
mil parajes, cien mil nieves:
Tras pantanos estancados que acallaban
las tormentas del sentido de la vida;
me perdí por negros cielos insondables,
grises mares, vendavales de ceniza.
Levitando sobre el filo de los aires,
en lo seco de los bosques menos vivos
me perdí por los tumultos y las cuevas
y lo muerto, donde a recordar me arrimo.
Y al recordar sin redimirme de mis penas
¡oh, mis penas! ¿son mis penas las que riman?
he pensado; quizá no valga la pena
¡oh, tú, pena! ¿eres tú, pena, mi vida?
Así que he seguido caminando
y he encontrado aquella piedra solitaria
y me he entregado, agotado, a su descanso
y a un despertar que, yo sabía, no llegaba.
¡Al final, al final de este camino!
Aún sin haberlo siquiera empezado;
me he encontrado en el olvido yo a mí mismo,
y al hacerlo, aunque ya muerto, te he olvidado.