Palabras cálidas de labio ardiente
suben en ratos de ardor quejumbroso.
Llamaradas vienen ardientemente,
calentando el adentro silencioso.
Del pecho se derrama, qué caliente,
el decir -aire atardecino, undoso-,
cuando el sol se cae por occidente,
cruzando el azul de un mar proceloso.
Cual águila quiero irme a las alturas,
no regresando más a las bajuras
de donde salí, que mi solo estar
-sufriendo tiene el continu pesar-
desearía enlazarse gozada-
mente a ti, de mí tanto deseada..
(Salvador)