Estoy en un océano, desde la playa, todo era tranquilo y sereno, pero aquí, al lugar que me trajiste y me abandonaste, donde ya se acaban las opciones, donde el miedo te entorpece los sentidos y te atrapan las ganas de luchar, es imposible remar con el corazón.
No planeo volver a ti, me trajiste en tu barca, pero te llevaste el motor, me abandonaste en la inmensidad del mar y te llevaste las herramientas para combatir las tormentas, me entregaste a los peligros, aun conociendo mis miedos.
Si usted desconocido que ha llegado hasta mi solitaria barca quiere revivirme, le contaré mi estado, luego usted decidirá si continúa su camino o me lleva a su lado.
Tengo miedo, miedo a dañarlo y que me dañe, le estoy huyendo a los latidos acelerados que genera su presencia en mi vida, cuando pretendía tener resiliencia en esta fría realidad, aparece usted al fondo del mar con un bote de color perfecto, remos fuertes y timón seguro; las olas irrumpieron y nuestras miradas también, admiré desde el primer momento la particularidad de su bote y lo bien diseñado que estaba, y después de mucho tiempo, me sentí segura y con compañía de alma.
Tengo los sentidos atrofiados, los sentimiento abrumados y congelados, porque simplemente morí el día que me quedé a la intemperie, cuando creía haberlo logrado todo.
Se puede marchar, de igual forma la sal de mi mar, ya no me hace tanto daño; pero eso sí, recuérdeme al menos para toda la vida.
O si quiere, quédese y enséñeme una nueva Isla donde pueda revivir estas ganas de amar, que tengo muertas.