No me amaba; fue amarga y dolorosa,
como toda verdad; fue triste y cierto;
fue comprobar qué inútil es la rosa,
si se cultiva en medio del desierto.
No me amaba; debí haber comprendido
que era su corazón estéril roca
donde nada ha brotado; oscuro nido
donde solo había frío, como en su boca.
No me amaba, y bien sé que es culpa mía
esta pena; este tiempo malgastado
en creer que, por amarla, me amaría;
pero ningún amor habría bastado.
No me amaba. Al partir, fue muy sincera,
pues no fingió pesar. Yo mostré calma.
Lloré, después, mas no porque aún la quiera,
sino al saber que se ha llevado mi alma.