Todo es silencio.
Todo está quieto.
Y en el foro nocturno
en que duermen los hombres
niños, ancianos y mujeres
del vecindario,
surgen temblorosas
millares de estrellas.
Repentina y suplicantemente
como un breviario bohemio,
surgen los acordes
de las agudas y graves cuerdas
de unas pocas guitarras.
Y manos y voces
en un conjuro orquestal
vuelcan el sentimiento
de sendos pechos varoniles.
Invitados y colados
se enamoran del canto
y de la música en vivo,
y afinan gargantas
al beso de \"La Charanda\"
y los cigarrillos,
de esos que calan la garganta,
que a veces hacen llorar.
También cooperan los gallos
porque en su sueño duermen,
mientras los cantores
se aprestan al arte
del canto, de la música,
y se conglomeran ansiosos
los coristas alegres
que desentonan, pero igual cantan,
e inquietos esperan que se haga la luz
detrás de la oscura ventana.
Y hubo grata recompensa
para los alegres cantantes
que en su afán perseveraron:
La luz encendida detrás de la ventana
y como un heraldo la presencia trasnochada
de la afortunada que desde hacía horas dormía.
Y de los coristas, invitados y colados
consumidores del aguardiente
que calmaba el frío y la espera,
aquellos que perturbaron la paz
del apacible vecindario que dormía,
vieron la bicolor luz encendida
de las sirenas de la policía.
Después de la gritería
de regateos y jalones
y de muchos minutos,
todo es silencio,
todo está quieto.
Es hora de dormir.
Ya despertaron los gallos
y se oye su canto cotidiano
que ha de despertar
al apacible vecindario.
P.D.
¡Ahora sé también que a los gallos
se los llevan la policía porque los he visto presos!