El desamor deja surcos en el alma
surcos ardientes de fuego azufre y hierro,
huellas grabadas en la carne viva
a golpes del cincel del desengaño.
El desamor teje su costra hueca
que cubre la heridas sin curarlas,
basta un suspiro, un roce, una palabra
para que sangren de nuevo con más saña.
El desamor deja llagas que no sanan
que rezuman dolor no más tocarlas
y te marcan la vida y te acobardan
que oscurecen tu voz y tu mirada
que te envuelven la vida y te esclavizan
como telas de araña envenenadas.