Hay que amar sin medida las palabras,
tanto como a uno mismo, sin reservas,
y darles el respeto que merecen.
Son solo vano aire, creen algunos,
pero pueden golpear, como el martillo
de Thör, sin dar cuartel. Pero no teman,
por sí solas no matan; todas ellas,
aun las que se pronuncian en silencio,
nos dan la garantía de ser humanos.
Antes del universo, hubo palabras;
pueden salvar al hombre o destruirlo.
Que no se pierdan; hablen, lean, escriban.