Te vi llorar cuando estabas en la ventana.
Yo era un niño.
Sufrías…
No podía saber ni entender porqué.
Pasaron los años…
Cansada de tanto laborar de sol a sol,
tuviste que ir de cantina en cantina
buscando a tu hijo para que el alcohol no se lo llevara.
Seguí bebiendo.
Tú sufriendo.
Me decías: ¡Estudia!
El estudio es lo mejor que te puedo dejar.
Viajamos a la ciudad para hacer de ustedes unos doctores.
¡Trabaja!
¡Haz algo, si te vas a emborrachar, hazlo con tu plata!
Que desconsuelo para ti verme como goterero,
mendigando una copa de licor.
No estudié, no trabajé.
Soy tu frustración, soy tu vergüenza, soy tu dolor.
El día de tu cumpleaños setenta nos reuniste a todos.
¡Yo ya cumplí! Dijiste.
En adelante cada día que Dios me dé, es ganancia.
Y quedaste en paz con Dios y con nosotros tus hijos.
Así es Madre, estás en paz, y estas en paz conmigo, tu hijo calavera.
Me has dado la vida y me la has cuidado.
Sin ti, no estaría vivo.
Me has salvado de la calle, el manicomio, el hospital, la cárcel y el cementerio.
Este era el lógico futuro que me aguardaba.
Eres mi Ángel guardián, ahora lo sé.
Tú salvándome la vida y yo odiándote
porque te oponías a que hiciera lo que se me daba la gana.
Que infame y que inconsciente he sido.
Tenías que oponerte. Gracias… mi rumbo era la muerte.
Tu fe inquebrantable me ha salvado.
Que dolor más grande para ti Madre
Que dolor más grande para este hijo.
Perdón, Madre, perdón.
No fui yo.
No quise hacer daño, no.
Fue el alcohol obrando en mí.
Hoy estoy sobrio y tengo dos hijas.
Eres mi ejemplo de vida.
Pido a Dios que me conceda,
con tan sólo un poco de tu fe, sacrificio, desprendimiento y Amor
hacer por mis hijas, lo que tú hiciste por mí.