Me despido, no sé si momentánea o definitivamente, con un poema que no es mío, sino de un gran poeta granadino, Luis García Montero. Gracias a quienes llevan este foro, a los que me habéis leído, a los que me habéis dejado vuestro comentario y a todos los que participan de la hermosa y gratificante experiencia de escribir poesía. Un abrazo a tod@s.
Con algo de salvaje impertinencia
me sorprende el silencio,
la oscuridad doméstica de un viernes
de golpe interrumpido.
He apagado la luz.
Por un momento
me apoyo en la pared, y acomodado
sobre la lenta noche
cierro los ojos como quien cierra un libro.
Sé que a mi espalda
se deshace el color de los objetos
y que detrás de la cortina
brilla la sombra inútil que asciende de la calle.
En esta misma puerta, muchas veces,
me he sentido infeliz. Conozco la insidiosa
y atormentada paz
del sillón solitario,
sus abusos de amistad a destiempo,
y el resto de la historia
que se ha quedado ardiendo tantas veces
sin orden en la mesa.
Y aunque también mis pasos están desorientados,
el pasillo de hoy
no se parece a un túnel: es oscuro
al modo de palabras imprecisas,
como noches de agosto con jazmines.
En recuerdo
de su asombroso olor a pervivencia,
quiero cruzar la casa
y desnudarme a tientas,
sin molestar,
sin encender siquiera las luces del espejo,
para no preguntarme
de qué sirve un oasis,
si el corazón conoce los desiertos
y sabe que lo esperan
como huellas antiguas que ya están por delante.
¡Bienvenido
calor entre las sábanas,
conocida presencia en duermevela,
cuerpo de algunos días suficientes!
Por hoy me basta tu perfil
que se acomoda al mío
y el sueño deseable, mientras que turbiamente
pienso en la luna ebria
y en el hombre que encuentra al levantarse
olor frío a tabaco.
Luis García Montero
Nocturno (Las flores del frío)