¡Qué bien suenan tus labios
chocando con los mios!.
Tus pies vuelan,
desde la puerta,
a las orillas de mis brazos,
que te reciben
con las puertas abiertas
y luces de fiesta
estallando allá,
donde se abrazan los ojos.
Se siente el saludo sordo
de los corazones,
la interna vibración
anunciándose,
en mil estruendos,
avalancha de ritmos
recorriendo,
lo más vivo de la piel,
volviéndose rocé tibio,
rubor subiendo hasta las bocas,
ávidas puertas
donde esperan los deseos.