Accedimos. Nos importó un carajo mirar el allende y caminamos hasta donde nuestros pies soportaran,
hasta donde nuestros ojos se cegaran y nos convertimos en víctimas de lo que llamamos amor.
La lengua se secaba y blasfemábamos. Las piernas se doblaban y nuestros cabellos eran inmóviles y ásperos.
Bebíamos vino y nos transformábamos en preguntas y espera. Carecíamos de certeza y creíamos saberlo todo.
Un par de ingenuos que creían ir en el camino correcto.
Hicimos una bitácora de paces, tardes de sexo y días calurosos llenos de sudor y duchas sucias.
Según teníamos concreto lo que eramos, conocíamos el lugar a donde íbamos y presumíamos de diferencia.
Nunca fornicamos con alcohol y parecía que nos ahogábamos en él los últimos días.
Quizás era para aguantar el dolor del alma y el golpe de la realidad que nos decía lo equivocados que estábamos.
Mezclamos nuestras esencias y tal vez ahí existió el error.
Fingíamos tener la plenitud que buscamos tanto tiempo y decíamos estar hechos el uno para el otro.
Al rededor olía a semen, a sangre y a lágrimas. Decía que no hacíamos el amor, que él nos hacía.
Aducimos nuestra fantasía y terminó en un choque de transparencia. Era un colchón sucio donde se lloraba y se cogía duro.
Debajo de él había algunos sueños olvidados, besos primordiales, abrazos tiernos y bragas mojadas y tóxicas.
\"Somos\" era la palabra. \"Fuimos\" lo es; accedimos.
Ser pasión, ser besos, ser amor, ser vida.
Fuimos pasión, fuimos besos, fuimos amor, fuimos vida.
Ser nosotros. Fuimos nosotros.
Estábamos hechos para no ser, por eso fuimos.
— NADIA ALMAZÁN