Y fue esta lluvia ancestral,
como un perfecto corro de hadas viejas
rasgando sus cuerdas de cigarras,
la que viene a beber un sorbo de mi sed,
y como ella, tú mi amado,
llegas y te adentras en mi ser,
como el otoño se interna en el territorio de Mayo.
Oh, viento presuroso, tu voz trajo presagios
de lluvias cegadoras, de cántaros sin bordes,
de enhiestas lomas, inmensamente ansiosas.
Los espejos del alma esbozan
inquietantes sonrisas,
mas tú, desnudas mis quebrantos…
y la pared presiente a la mujer que anhela ,
soltar el vocerío de sus undívagas aguas;
sobre el alabastro preciso de tus manos.
Amo sentir como se agitan los pájaros de sal
acunados en tus ojos,
solo ellos saben cantarle al mar
sin tan solo nombrarlo
y como dos arados
romper el cristal de los recuerdos;
fue en abril que bebimos
todas las alcarrazas de la niebla.
Tu entonabas la luz y con sus estambres
abrías un portal entre mi espalda y mi pecho
donde acomodar allí tus formas y tus vuelos.
Somos la fábula inventada por los pájaros
como un desnudo árbol de un otoño remoto,
de copa invicta a orillas de lo eterno.
Yo vivo en tus palabras amor y eso me basta,
en la épica consigna de los besos
dejas la unción de tus quimeras entre mis brazos lerdos
lejos de los cenotafios de nuestros muertos.
Alejandrina.