Fue en un efímero instante
cuando me despedía de las nubes acongojadas
que tu ausencia me tocó el hombro
y mientras le daba la espalda
se formó frente a mi
un camino serpentoso
y un autobus a casa.
Tras de mi en duelo las hojas lloraban,
en aquella estación el alma penaba
puesto que enterrada bajo una fria lápida silenciosa
yacían restos de esperanzas no deseadas,
y en las maletas diezmadas,
el clamor de un amor que no encontró valía.
¿Cómo iba a avisarte?
si en rosas tus días sopesabas
y aquella senda en la que sólo fui obrero
hoy caminas sin miedo
y era ese mismo sol que bañaba mi desdicha
el que elevaba tu alma sin la mia
al tiempo en que crueles destellos
indicaban tus sonrisas
solo me quedó en discreto
cerrarle las cortinas.
Las horas parecían velas
que solo alumbraban en momentos
derritiéndose en el proceso,
entonces se adentraba la penumbra
que fijaba mi mirada hacia el firmamento
y mostraba el cadaver de cada constelación
que forjé en tu nombre,
de cada astro solitario donde imaginé tus labios
y cada estrella fugaz que recibió mis deseos.
Fue entonces, en el momento en que se fusionaba
un bosque frondoso como tu nueva vida
y la desertica agonía
que los portales del olvido me tendieron la mano
y aquel viento descuidado
que por tanto tiempo había cobijado mi desengaño
acunaron los fragmentos de momentos acabados.