No hay regalo mas preciado que tú abrazo...
¡Querido hijo!.
Es una brisa eterna, color paraíso.
No hay mayor recompensa
que tus pasos recorriendo la banqueta
para ir a mí encuentro
después de una jornada inquieta
después de que nos separó el tiempo.
Me regalas tu sonrisa
mi aliciente
mi combustible del día
mi arma secreta
(¿Cómo crees que combato a las quimeras?).
Tu estampa es el coro de música celestial
que resuena en mis agobios
para ampararme de las penas
y exiliarme de toda duda.
Nos fusionamos en un abrazo;
tierno,
calido,
sincero,
que rebasa los umbrales del alma,
del espíritu,
de la belleza.
Eres llave;
para que de la dimensión etérea me abra su puerta.
¡¿Qué más pido a la existencia?!
Me doy por satisfecho...
¡Pues te tengo a ti!.