Desvestía la aurora su hermosa mirada, el aire en su pelo tomaba color sol, llenaba cada espacio de la habitación entre risas.
Flor de aji, pálida adolescencia, tan dulce que duele aquella de Estopa nuestra: \" Con tal de que te mueras te mato\". Viva luz que ataba mis horas eternas cuando lentamente entre mis brazos sentía.
Mi niña, amor, mi Diosa, demonio en mis sombras, cruz, placer, castigo, sangre, furia, saliva, sudor, contigo...
El tiempo no voltea a ver lágrimas perdidas.
Aún guardo cada segundo tuyo, carmín sobre fina seda blanca, hoguera de palpitar entre tus piernas empapadas por el rocío de mi sed, mis ganas y silencio...
Fue una tarde de sol cuando suplicaste por primera vez...
Desde entonces llueve, solo que ahora, soy yo quien suplica.