Pinta a rayas,
como los niños.
Detesta la perfección,
aunque casi se aproxima.
Asceta de la pintura,
vierte sus plegarias sobre papel,
a lapicero.
Lo mejor de sí,
sus cientos de cuadros
sin firmar.
Para las generaciones venideras
sus dibujos serán bisontes de Altamira.
Su conciencia de clase
le impide pintar maquinas
que han sembrado de paro
las cunetas de la vida.
Alimenta la memoria con la pintura.
Cada lamina, un tratado de Etnografía.
Los trazos en negro
contienen todos los colores.
Juega con números
para no perder la perspectiva.
Su estudio es la antesala del Cielo,
rodeado de angeles que le vigilan.