Recubierto con una lámina de cieno
a cuerpo y rostro entero,
el anciano descubrió genitales en las flores,
aromas de vida y debajo de la axila otros
olores.
Queda poco en este tiesto, tengo raices
rotas, soy árbol quemado por el tiempo
que es huraño y me convirtió en humano
cuando mejor hubiera sido viento.
Los pellejos se me caen, salimos del
otoño al invierno y yo me caigo también
pues soy ceniza, me apago y me muero.
No quiero irme sin recordar que más que
polvo soy barro seco, tengo mis capilares
de miel, el estómago con hiel y el pelo
de paja y fuego.
No quiero entender qué es lo que me pasa,
solo tender mis huesos en el terreno,
descubriendo qué se siente arriba pesado,
lo que dejaré de sentir abajo ligero.
No tengo por qué pensar, dejaré a los gusanos
que hagan el resto, ya viví demasiado
hasta sentir este suave desconcierto, sin importar
nada más que a quién debo la vida,
soy fruto de este misterio, me iré de
aquí hacia un descanso eterno.
Me hago a la idea por la paz y por el
sosiego, saber que amo la vida y que
los juegos en la derrota, descansan de
todos mis miedos.