Anónimo poeta, condenado a esconder
sus versos en proclamas; cargado con el peso
de sables y uniformes; en su grandeza cósmica,
desamparado y frágil, cual todo niño huérfano.
Soportando el estigma de ser tan solo un hombre,
nunca pudo llegar a la altura del cuento
que le inventaron otros; tuvo la gloria efímera
del hipócrita aplauso, y el honor del destierro.
Con estrellas andinas sobre la charretera,
domó el río, y fue a galope sobre el potro y el viento;
supo amar, y estar solo; gustó el llanto, y cantó,
a los pies de la aurora, por otro día sin sueño.
Odiado por los mismos por quienes diera todo,
murió decepcionado, aunque sin ver, al menos,
como unos criminales se toman hoy su nombre,
y en ese nombre, matan al inocente pueblo.