La honestidad partió sin despedida
pues, la aurora quedó trunca en la ceniza,
así como la lluvia sin su agua pura,
esa ausencia es llaga que lastima.
Pero, quedaron como guante sin sus dedos
con el corazón destrozado y adolorido
pues, se adentran en sus días ferozmente
hasta que les llegue la noche definitiva.
Los hambrientos y excluidos se multiplican
y con sus alas rotas comen miedo
ya que el adiós es la huella que no miente.
¡Precoz es la tierra de la muerte...!
Ellos observan sus estrellas amargas
navegando en peligroso mar borrascoso
solitarios entre olas insomnes sin retorno
con sus ojos parpadeando sorprendidos.
Mientras los payasos, vestidos de señores
bailan como marionetas en el escenario
abriendo la boca para decir: ¡Sí...!
¡Claro qué sí...!, ¡Por supuesto qué sí...!
Y el pueblo yace rojo en su sangre
clamando los prodigios de la libertad.
Libertad que disfrutan los delirantes
arrancada con su codicia y ambición.
Mas ¿qué se logra con ese triúnfo?
¿Cuál es el premio, cuales los laureles?
Si cuando caminan no divisan el sol
ni la tierra vibra ya bajo sus piés.