Muy pocas veces se llega,
por parte de un ser humano,
a tocar completamente
el cielo con los dedos,
el cielo con las manos.
La comunión de dos cuerpos
es difícil, imposible,
en casi todos los casos,
pero en algunos concretos
como ayer con Alejandro,
es algo que con palabras
cuesta tanto, tanto y tanto
expresarlo alto y claro,
que conviene reposarlo,
entenderlo, meditarlo...
Y aunque con esas premisas
tendría que verse claro,
no atino ni con palabras,
ni con signos, ni con gestos,
ni con los ojos mojados,
por lágrimas que fluyen por ellos
como ríos bien helados,
lo que ha sentido mi cuerpo
al estar todo él envuelto
y tocado por sus manos.