En la densa soledad
de una pizarra blanca
la bestia vulgariza
todas las ciencias
para que los monstruos
crezcan.
La bestia no es feliz
y está sumida en la terrible alienación.
Los casi-monstruos la ven,
estupidízanse gracias a ella
y no saben que están
perdiendo la inocencia y la
todopoderosa capacidad
de pensar por ellos mismos.
La bestia no piensa:
repite, monótona y triste, la misma condena.