Amo su paciencia, y a la misma vez su firmeza
que no me deja caer, sí, yo no aprendí a amar equilibradamente,
yo no estallo, soy débil, demasiado delicada, nada efusiva, a la vez tan exigente,
tiene sus aspectos buenos y malos.
pero él puede lidiar con este torbellino de emociones que no sé controlar.
Me escucha, sonríe, no sigue la pelea, me aconseja,
hace que abra los ojos y no dude más,
me abraza y hace que olvide cualquier nimiedad,
me entrego a ese amor suyo,
tan suave, tan comprensivo.
Otro hubiese salido corriendo, él corre el riesgo, se queda y si pregunto por qué,
me dice que él vino a este mundo a combatir contra mis demonios y amar aquello que soy por dentro, que oculto de otros.
Cualquier argumento me basta, yo sé que estábamos predestinados.