Algunos entienden al amor
como embriagante locura,
otros persiguen su sabor,
por ser tentación madura.
Creo en la exquisita esencia
entonada por la estrofa,
surgida del vinculo, al unir
tu verso, prieto, a mi verso.
Para mi preciosa niña...
un cielo repleto de estrellas
como autopista del amor,
y una luna enamorada,
pidiendo un mundo mejor.
Una ingeniosa ratita solvente,
cuida de mi pequeño corazón
dándole unos amables bocados.
Él, burbujea como efervescente,
pecoso, espléndido, reluciente,
gravitando por los sentimientos; con emoción.
Niña, permites que te engulla
el rumor sigiloso del universo;
te arruyan latiendo las grullas,
entonces son sonoros tus reflejos,
prestas malabares; y sus juegos se ven a lo lejos.
Ratita corre, ya entra el aire!
y a los rincones reparte calor,
llegan raudos, en veloz carrera,
gratos aromas galopantes;
gracias a las flores crecidas
en los jardines de nuestro amor.
Niña, si tropezases con el olvido
quedaría yo a una mitad sujeto;
niña, tu haces grande e inmenso,
iluminas esto y aquello nacido.
Eres incomparable ratita,
del bosque una fresa, una cereza,
si te doy un bocado y te como,
mi mirada se vuelve traviesa
y la armonía en mi ser penetra.
Mira niña si sirves, si vales,
que al mar le es imposible borrar
tu fino nombre, hecho de encajes,
sobre la arena de mis pensamientos.