Ariello

La Samaritana

Con el ánfora llena de agua pura

que tomó en la cisterna de la aldea,

una dulce mujer se balancea

al lograr en el hombro su postura.

 

Un judío la observa con cordura

y le pide beber de su presea,

ella que es de Samaria centellea

y el pedido al momento lo censura.

 

Tú me niegas el agua de tu alberca…

hoy el Reino de Dios está muy cerca

y lo tienes, por fin, a tu merced.

 

Si bebieras el agua de mi fuente

te saciaras, mujer, eternamente 

y jamás volverías a tener sed.