A mi madre le prometieron una vida
y pasados nueve meses se la trajeron:
en forma de una pequeña pasa,
viscosa, chillona y sangrienta,
pero fecunda de vida.
Durante sus primeros años aquel bicho
-aunque algunos prefieren llamarlo vida-
no hizo otra cosa que llorar, comer,
y sangrar cera por los oídos.
Pero, como el deber \'a natura\' lo dictaba,
su madre siguió cuidando de él,
por amor a su vida.
Ahora aquel pequeño monstruo es un ogro bien crecido
y no duda de sus capacidades de dudar la vida,
y sigue llorando,
y no llora por como comida, ni tampoco por bebida,
sino por su vida;
y llora por su madre, porque pena por ella;
y vive y sigue viviendo
tan sólo por no dañarla.
Pero, como el deber \'a natura\' lo dicta, ahora,
aquella vida sigue creciendo,
tan sólo por deber a su vida.