Cuando estés conmigo y la gloria sea nuestra, seguramente podrás tomar mi mano con la suavidad con la que se dispersan las semillas en el aire y mírarme con esos ojos azabaches que tanto me enloquecen.
Pero te suplico mujer, que cuando la adversidad me golpee -y esta vez no me refiero a nosotros porque me golpeará a mi en soledad-, me dediques tiempo, y no me abandones, quiero que me abraces y que cada lagrima que derrame en tu hombro signifique un beso para mi.
Cuídame, porque cuando esté desesperado mil ideas me pasaran por la mente, quizás hasta deje de comer; pero si tu me amas como y cuando dices: \"de verdad y no seas necio\", aliméntame con tu esencia y permanece a mi lado hasta que pase el temblor.