Estaba el Buen Jesús, el Nazareno
orando en la mezquita a cielo abierto,
de pronto una mujer: ¡Mi hermano ha muerto!
tened piedad Señor, era muy bueno.
Jesús no respondió. Manso y sereno
bendijo a la mujer, verdad, es cierto;
él yace en las entrañas del desierto
sepulto entre la roca. Se oye un trueno.
Llevaron a Jesús ante la fosa
perdida en la espesura pedregosa
de ün huerto de ölivos, polvoriento…
¡levántate, buen Lázaro y camina!
El cuerpo se levanta y lo ilumina
un rayo que atraviesa el firmamento.