Ariello

Lázaro

 

Estaba el Buen Jesús, el Nazareno

orando en la mezquita a cielo abierto,

de pronto una mujer: ¡Mi hermano ha muerto!

tened piedad Señor, era muy bueno.

 

Jesús no respondió. Manso y sereno

bendijo a la mujer, verdad, es cierto;

él yace en las entrañas del desierto 

sepulto entre la roca. Se oye un trueno.

 

Llevaron a Jesús ante la fosa

perdida en la espesura pedregosa

de  ün huerto de ölivos, polvoriento…

 

¡levántate, buen Lázaro y camina!

El cuerpo se levanta y lo ilumina 

un rayo que atraviesa el firmamento.