En el umbral de la vida, no quería nacer,
sólo conocía una voz, un corazón y una cueva hecha de amor,
tu latido se volvió mi melodía,
tus abrazos, remedio ante mi llanto.
La razón por la que estoy aquí, eres tú,
siempre has sido tú, mamá.
eres tú enseñándome a caminar,
eres tú ayudándome a comer.
eres tú acostumbrándome a reír,
eres tú haciéndome feliz.
Tu olor… ¡mi esencia preferida!,
tu cabello… ¡el juguete más entretenido!,
y tus ojos… ¡el paisaje más bonito!
Cuando crecí aprendí la belleza:
atardeceres, flores, paisajes,
senderos, preguntas, respuestas,
de las que tú eres tan experta.
Mamá ¡haces magia!
Mamá ¡lo sabes todo!
Jamás quiero alejarme de ti.
Así, te volviste mi persona favorita.
mi maestra, la más inteligente,
me enseñaste sobre el mundo,
sobre el bien y el mal.
Me hablaste de la vida,
me enseñaste a soñar lo imposible...
pero sobre todas las cosas,
me enseñaste a luchar.
Cuando envejeciste me diste otro regalo,
me obsequiaste el darme cuenta cómo el tiempo se nos va,
me hiciste ver qué lo material no importa más que lo real,
y que lo real está hecho de
personas, momentos, sueños y risas,
como las que me diste toda la vida,
como las que me enseñaste cuando niña
y como las que sentía en aquella cuevita.