-I-
Escucho en mi porche los gritos del viento
que rugen lamiendo mi entorno y mi rostro…
Sin pelo en la frente, mis ojos al cielo,
en tierras de antaño, recuerdo mis días
de viejos ancestros y grandes batallas
y, estoico, en mi silla, descifro mis días:
soy un pobre hidalgo que en pie se levanta,
que lucha en la noche sin nadie a su lado,
solo como el aire, fuerte como el viento,
orgulloso y triste, y acaso ignorante,
fiel a su pasado y ajeno al imperio
del oro que ofrecen en mercados pútridos…
Vencerán con fuerza, sin razón, con brío,
pero mi esperanza quedará en la roca,
orgullosa y libre, aunque loca y pobre:
Don Quijote existe, queda aún su espíritu;
quedamos algunos con el alma inquieta
con los ojos tristes, fijos en la umbría,
por si el sol de antaño, renace algún día…
-II-
Dignidad.
Fuerza y honor; melodía infinita de la infancia.
Robledales ilusorios y naranjos de Valencia.
Atraviesan la llanura las ideas de un chiquillo en el estío:
sol de justicia en lo alto y sed, pero alegría.
Pasos agitados y sudor en las mejillas que corre sin medida.
Y la infancia de la historia en el espíritu escondido de un hombre: otros tiempos…
Mil veces antes hogazas de pan mohoso que hamburguesas macilentas angustiosas…
Desandar el camino ejercitando los recuerdos amigables.
De un país vengo donde nada es real, pero todo es tangible:
la verdad y el silencio existen por los niños,
en vías de extinción, sí, pero aun mohínos,
dispuestos a la vida y a la espera.
Justicia de la espera.
Esperanza
-III-
Ispania
Sol. Verde. Marítima
Montañas. Aire limpio y llano inmenso
Abrazos en las calles. Tristeza.
Primavera inaudita e indómitos estíos.
Gentes libres e ibéricas, romanas y sufíes,
romances sobre todo; hispánica y rotunda.
Hispania. España.