Cuando sonó la melodía...
Algo enredose en los pliegues de mi ser
y como aurora magnífica, ataviada de ilusión
fue convenciéndome de iniciar un vuelo
para llegar al cielo y acariciar el sol.
Pero..., brotó de mí, un deseo como llama;
encontrar la seda seductora de unos labios
que reposaron en mi piel, dejando su fragancia
para turbar el pulso de mi hechizada alma.
Danzando fui por ese fuego que me exaltaba
hacia los jardines misteriosos por melodías vagas
mientras flautas, teclados y violines sonaban inspirados
para que mi cuerpo bailara y cantara emocionado.
Remolinos llegaron con su aire y originaron giros
que con alas de armoniosos pájaros revolotearon
sus doradas plumas entre las ramas mágicas
de los bosques especiados, con aromas encantados.
Donde se bebe el néctar de los sueños
para que el alma se impregne de inconsciencia
y así dibujar el horizonte real de la experiencia
sin que amanezca el oscuro y osado desaliento.