Cada palabra que nace,
tiene algo del brillo
que se anticipa a tu mirada;
cada caricia,
lleva en su vientre
la intención de ser un beso,
un coágulo de dicha,
un conjuro de compañía
que estremezca la piel,
que avive sístoles y diástoles.
Un gramo de tu voz,
inicia siempre una tormenta,
y desata en mis paredes
tus retratos;
se despierta intacta,
la intimidad cómplice
que nos hace compañía,
que nos desviste
los brazos de soledad,
llenándolos de bienvenidas.