En mi estado de paz recuerdo caprichosamente tu olor,
tus suaves caricias que encendían la mecha de mi corazón,
tus labios de miel y frutas con los que se deleitaban mis papilas gustativas
y la voz que en sueños escuchaba y de día obedecía.
Te recuerdo en cada palpitar,
en cada gota de lluvia,
en cada fría noche,
recuerdo tu calor, el calor de tu aliento
y de tus brazos que me rodeaban con certeza y con esmero,
porque sí, teníamos la certeza y la verdad de que ahí estábamos,
uno para el otro para toda la eternidad,
estábamos, estamos y estaremos, porque no concluye hasta que yo haya muerto
o hasta que tú encuentres la manera de escaparte de este ensueño,
para noches de sosiego, recuerdo con tranquilidad tu cuello que huele a cielo
mientras mi cama extraña y anhela que tu cuerpo y el mío compartan y ensucien nuevamente sus sábanas.
Al otro extremo de este estado, de este país o de este mundo, dónde quiera que estés, te sueño, te imagino y te pienso.