Cada vez que intento echar a andar mis piernas y mis pasos
tu recuerdo se ha pegado como una barra dentro de un engrane
sin permitirle andar.
Como extraño esos días en los que podías enseñarme
y yo aprender, esos días cuando no nos conocíamos
y era válido y estaba permitido equivocarse y tener errores.
Cuando parecíamos morir por un poco más del uno por el otro,
cuando éramos como niños y nos merecíamos ese inocente cielo sin experiencias.
Maldita e infame mascara que este raro ritual nos hizo ponernos.
Tu no sonríes más, no vuelves y yo miento noche y día,
aparentando ser feliz, de ti me queda un gesto postizo,
que me dejo el destino que me privo de derecho de replica
y con un dolor en el corazón que no sé cómo arrancármelo