-I-
Lengua noble de recios robles coronada
que merece, por siglos, ser hablada…
Polvo y tierra su sabor de arena,
sangre y fuego su vivir en tierra…
Extensa cual cielo y sobria
como madre pobre y generosa…
Castellana y quechua, arauhaca y maya,
desde Filipinas hasta Patagonia,
desde los abismos hasta los altares:
pensamientos claros, esperanzas vanas,
todo está en la lengua de quien habla y calla.
Entre los bramidos, entre los silencios…,
hasta el fin de todo: vibrante y rotunda.
Lengua noble de recios robles coronada:
castellana y sobria, uniforme y yerma,
cervantina y lisa como una esperanza…
Lengua arcana ibérica que pienso y respiro:
niños en los prados, carros en los cerros,
todos en un tiempo, juntos en un centro…
Estrelladas noches en el ancho inmenso,
Don Quijote avanza, Quetzalcóatl espera,
todos abrazados en la lengua inmensa,
y en la piel de toro, voces firmes suenan:
\"- Herederos somos, cual hijos del viento,
de un aliento indómito sobre sauces secos\".
España y América, y el mundo y los hombres:
todos rodeándonos, nos abrazan muelles,
y entre sus abrazos, nos mecen las voces…
El azul inmenso reconoce cómplice
los esfuerzos múltiples de hablantes sinnúmero:
nuestra lengua lúbrica brillará en lo eterno
y españolas voces, cual hijas del viento,
surcarán los cielos en busca del fuego…
-II-
Si buscas el fuego
baja al sur del cielo
y observa el sol de estío:
tierra de Al-Ándalus
que encierra el alma de Hispania
-III-
Mi país extremo no empieza ni acaba;
las lenguas en sus límites carecen de medida:
araucano y azteca, tagalo y catalán.
Olores sin medida en un país extremo.
Siete mares la bañan, como en un cuento de hadas:
colores tan intensos como el negro azabache,
el púrpura, el castaño, y el esmeralda bronce:
por encima de todos el sol del mediodía,
amarillo cual oro, pero seco y bruñido.
En los ecos del tiempo mi nación pierde ámbito:
sin lindes en los cerros y sin fronteras claras,
la misma voz resuena en el confín de los tiempos,
la misma lengua hablada otros tiempos por otros,
y que todos comparten en la misma cúspide.
La lengua de Cervantes, de Lope y de Machado:
una lengua, un imperio, el de la voz eterna,
un cantar en el aire, que resuena sincero.
Góngora y Lorca sonríen desde su añil parnaso;
Galdós, Nebrija y Bello: sin fronteras ni bordes,
eternos en los sones de la lengua española,
eternos en las alas de un hidalgo quijote,
Clavileño de un tiempo pasado, aún presente…
Y el futuro... América