Tirado en una orilla del camino
estaba ya muriéndose un leproso,
la fiebre y el dolor más espantoso
mataban a aquel pobre peregrino.
Sufría con ardor su pobre sino,
moría de aquel mal tan doloroso…
mas nunca consiguió encontrar reposo
que diera un lenitivo a su destino.
Llamaron a Jesús que estaba cerca
laváronle con agua de la alberca
la llaga maloliente que tenía,
Jesús bendijo el agua en el momento
le vio calmar la sed al macilento
cambiando su dolor por alegría.