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Y trato de encender una vela,
cuando viene la noche oscura,
para alumbrar todo en derredor,
y no es que consta y perdura,
lo que acontece aquí con dolor,
y llega una lágrima,
de esas que dan grima,
y vuelvo, otra vez, y trato de encender una vela,
y queda el furor tan clandestino,
que me atrevo a decir que estoy solo en soledad,
desde que el silencio llegó,
sólo siento desganas a mi alrededor,
¡vida, enciende las velas, por favor!,
que estoy a expensas de esta oscura noche,
y no quiero de tí ser,
cómplice avaro y perdido,
en esta terrible angustia,
¡quiero luz de la de verdad!,
¡enciende las velas!,
que voy muriendo solo y desolado,
¡¿qué atrevida es la vida?!,
en que no se encienden... ¡las velas de la noche…!
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