Ariello

Zaqueo

Estaba el buen Jesús, el milagroso

haciendo con sus hombres oración,

Zaqueo lo seguía silencioso

trepado en un arbusto cual gibón.

 

Zaqueo era un avaro vanidoso,

un gordo pequeñuelo y juguetón,

un tímido aldeano algo jocoso

con aires de ser fiel y bonachón.

 

Jesús se dirigió con simpatía

al hombre que trepado allí seguía:

¡Bajad que en vuestra casa os voy a ver!

 

y así lo acompañó hasta su aposento…

Zaqueo se moría de contento 

y no se lo podía ni creer.