Crucé el río para llegar hasta la cabaña.
Una senda de eternidad se abría ante mí.
Es una zona perezosa, alejada y dormida,
donde el silencio se percibe en los senderos
y caminos de paz, por donde dejar lentamente las huellas.
Los árboles surgen en las orillas
y muestran sus ramas esplendorosas extendidas,
para bajo ellas descansar
y pararse a pensar.
Un paisaje ensimismado
por donde pasean gentes de bondad
con simpatía en su lenguaje
y honradez en su corazón.
Las aguas del río son oro que pasa
por éste lugar sediento.
Este duerme sereno desde hace siglos
y con nuestra llegada
saltan y brincan sus aguas,
sobre los pies descalzos al atravesarlo.
Al otro lado se van
formándo caminitos aromados
de lavanda, cantueso y tomillo.
Ya percibo el amor, está en el aire
siento su calidez, la alegría
y libertad que me dá...
Sales a mi encuentro.
me das un beso, y otro beso
sin decir palabra
me recoges en tus brazos
levantándome en el aire
y traspasamos la puerta de la cabaña...
Una fuerza mágica se apodera
de nuestro interior
y una chispa de romanticismo
nos elevaba al amor celestial...
21-5-2017