Se extraña la que antes fuera
tan prescindible como lluvia temprana.
La que fuera como una enredadera de inquietudes
que abrazaba soledades y mis raíces del alma.
Aquella que miraba en las aves
llenas de colorido y de rutas trazadas
que al timón de sus alas en las alturas
con sumas querellas igualmente me abrazaba.
Yo apostaba al viento y a su boca
cuando su cabello alborotado jugaba
y sus arrebolados labios de suave carne
con suaves palabras me llamaban.
¡Qué arduo trabajo en su mirada
se agolpa en la conquista oftálmica
de todo lo que en ella tan poderosa
aparece súbdita y tributaria a su vista!
Yo quiero que silenciosa me conquistes
y como un secreto jamás me invoques.
Tan callada como una idea del pensamiento
en que se te extraña, e igualmente me extrañes.