Por momentos te escondo pensamientos,
te oculto y niego miles de temores
usando como excusa pormenores
que hieren tus divinos sentimientos.
Sin caer en la cuenta, han sido cientos
los ratos que he faltado a tus amores,
e infinitas las veces que dolores
he sumado a la cruz de tus tormentos.
Pero llega la hora de adorarte
y de corresponder a tu infinito
amor con un espíritu contrito.
¡No más temores, ya no más secretos!
Desde hoy conservaré del todo quietos
los miedos y tendré la fe de amarte.