Siento sobre mi piel resquebrajada,
La oscuridad de una soledad que no he llamado,
Y su velo angustioso que toda luz opaca,
Sobre mi tez se entierra como daga adormecida.
La luz se ha disipado como niebla ante la aurora,
Y ha dejado un rastro que mi sentidos aún palpan,
E hincado sobre esta tierra, que casi ya no es mía,
Persigo su aroma frágil, como albor de madrugada.
Tengo miedo de perder, el hilo de este laberinto,
Y el desconsuelo llama, por toda esta que es mi casa,
Hoy los ecos se han vuelto, resonancia muerta en el postigo,
Y el desconsuelo es una fecha más, escrita en el pan de masa.
Las miradas se confunden entre el viento y la madrugada,
Y las voces que siempre callan son ahora más locuaces,
Dibujándome palabras que ya no tengo en las mañanas,
Y acariciando mis silencios con su amable compañía.
Rebusco entre mis pasos, los antiguos y los ya pasados,
Y escucho que resuena su partida sin regreso,
Y mis lágrimas entonan una vieja melodía,
Cuando reparo en que estoy solo, y tan lleno de melancolía.
En la oscura y taciturna, soledad que me reclama,
Se ha cantado un llamado, pretendiendo ser la luna,
Y mis labios la han amado,
Descubriendo otro silencio, en el medio de las sombras.
Hoy perdí la soledad, la mía y la de ella,
Y la luz ha descubierto, el rubor de las estrellas,
Un lucero se ha encendido en el medio de la niebla,
Y sus ojos han brillado como otra soledad muy pasajera.
Hoy la vi, danzando como luz en plena sombra,
Y la mía se ha escapado como afán de su alegría,
Y sus ojos me han besado, a lo lejos como hiedra,
Descubriendo las cortinas, y dejando ver,
Dos amantes convertidos… en un dueto fiel de sombras.