Aquellos viejos libros, que adornan una parte en mi hogar, hojas secas amarillentas que guardan sabiduría ante la queja y la bravia.
Cuantas y cuantas veces te han visto mis ojos. De mi pensamiento errante has hecho leña para forjar ideas, para calentar los fríos incierto de la vida que es viuda en el tiempo.
Ah, que libros aquellos!
Memorias de la queja triste o del aliento pragmático que desirne el desierto.
Amar es mi constante sueño, mi constante realidad, mi constante tristeza, mi constante alegría. Constancia de ser amante, amado y amador.
Habrá mayor maravilla en está tierra que tus ojos, que las letras de Neruda, que la bruma qué sé yo.
Aquellos viejos libros, románticos, amados, tristes, polvosos en callados en el mar de mis memorias donde la niña es más hermosa que tu boca o el glosario de aquellos viejos libros tan amados.
Marc Téllez González.