Yo no olvido,
aunque me apedreen de infinitos y el círculo se cierre.
Yo no olvido cuando tus ojos me dieron a luz,
cuando me arrancaste de cualquier obnubilación
para ponerme en la luna, en las montañas,
en miles de lugares altos donde aspirabas a llegar.
Yo no olvido cuando desataste mi conciencia carcelera
para hacerme volver a sentir cosquillas.
Yo no olvido
porque el círculo no siempre se cierra sobre sí mismo.
Y eso está bien, un poco nos vamos quedando
sin proponernoslo, o proponiéndole a la muerte
un tentempié para tocar otra canción sin tristeza,
para apostarnos otro rato en la payana,
para ser niños unos últimos segundos.
Yo no olvido, corazón.
Ahora te toca trazar tu parte del círculo.