A las seis de la tarde cuando en todas las urnas de los mártires se licua la sangre y el vientre de los necios se retuerce en las estancias de alguna casa oscura cuando dejan de amar a sus señoras los maridos castrenses y se llega a las manos por un vaso de aceite o se discute por el tráfico aéreo cuando el último preso se arrodilla delante de una frase de amor y un reloj agoniza mientras pasan las horas equivocadamente cuando un solo dolor es la promesa que salva a todo el mundo y una sola mujer quien amamanta a las hienas de los generalísimos justamente a la hora en que los prados se aburren y están tristes los huertos a la hora maldita en que el galeno te encuentra miedos en los riñones a la hora de ayer de las tabernas llenas bocas que vomitan funcionarios anémicos a las seis de la tarde exactamente acabas de morir y están de luto los muebles de oficina y los forenses que le hicieron ha autopsia a una amante furtiva.