Vivo,
observo a mi alrededor;
las situaciones
son pequeños maestros
que me invitan
a realizar actos de amor.
Rompo la rutina
con destellos de felicidad;
hago el acuerdo
de amarte,
de compartir la vida,
de comprenderte,
de aceptarte...
Dejo,
a la orilla del camino,
aquello que me afecta;
lentamente,
tomo lo que abona mi crecimiento,
me hace evolucionar.
Todo
es un simple aprendizaje.
La pasión,
esa ciega que camina a mi lado,
es energía que me rejuvenece,
que me impulsa a actuar;
pero,
a veces,
me esconde los monstruos
que brotan de la oscuridad.
Ahora,
me hago dueño de lo que pienso,
de lo que siento.
Acepto y comprendo,
soy feliz y servicial;
me hago un instrumento dócil.
Mis ideas eran ingenuas palomas de paz
dormidas en un arsenal de bombas.
Las desnudo ante ti,
para dejar escapar
por la ventana de la ausencia
el pensamiento negativo.
Tomo la cosecha que sembré,
reconozco mis heridas,
confío en mí,
en tí,
en el Creador
que nos envuelve con su manto.