Sobre inmaculada hoja,
bajo inútil mano,
lapicero lleno de tinta:
ni una sola idea,
ni una sola palabra ha brotado de mi conciencia.
En blanco el papel, en blanco mi mente.
Cabizbajo, dormitando sobre mi escritorio
han huido furtivos los vocablos;
remolinar de conceptos me marea
embriagándome de ineptitud.
Ni siquiera un cuadro o ventanal alrededor me inspire;
además, marchitos, casi resecos,
cuelgan pétalos en el florero.
No están, se fueron,
las ocurrentes palabras que algún día
abundaron como gotas de lluvia intensa.
Mi hoja escrita de blanco,
llena de ninguna idea,
vacía de palabras... transparente,
verdadera.