Casualidad.
Casualidad de cruzarme en el azar.
Entre tantos que hormiguean en la
ciudad tuvimos que cruzar los ojos.
Fue el instante explosivo que resume
una reacción química, ácido sulfúrico.
Tuvimos que pararnos y reconocernos.
Nudo con lazada que se reclina sobre
mi zapato, cerrándolo, asegurándolo.
No nos atrevimos a hablar, era enorme
el peso de la atmósfera que se inventó
sobre la estancia, niebla espesa.
Tuvimos que alejarnos, huir del vacío
que se cernía como halcón fulminante.
Ni un teléfono, ni un nombre, mirada.
La reacción sobrepasó las expectativas.
El horror vacui se hizo imperio, César.
Sus ojos redondos al impacto, atónitos.
Los míos grajos que vuelan bajo, frío.
Fueron segundos o fueron milenios.
Volviste la cara hacia la costumbre. No
Bailé al son del vals de los adioses.
Busqué un resquicio en el naufragio.
Recorrí las calles que orlaron el lugar,
el milagro, sin hallar paradero posible.
No dejo de preguntar a la noche dónde.
No soporto la ausencia de noticia.
Lleno de una nada que murió sin nacer.
Si la casualidad vuelve a mezclarme con
ella, daré respuesta a todos los enigmas
que salivan mi boca.