Tus ojos siguen desaparecidos y abiertos.
Tengo tu cuerpo, como un río incansable,
bajando por mis manos,
al borde de la noche, en el recuerdo.
Una brisa era tu pelo, un relámpago
en mis manos, siempre encendido.
Ya nadie te descubre
en los caminos, en los lugares habitados
por mis besos
como aves nuevas en el cielo.
Nadie te saluda en los parques.
Un trozo de cielo negro
cubre las caricias vivas en mi cuerpo.
Sé que estoy solo, como una hoja amarilla
que nadie ha visto.